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Diego, el niño guardián del águila crestada Morphnus guianensis

Diego Andrés Polo Martínez, o “Dieguito” como le dicen en su comunidad, es un joven de 14 años que creció cazando con su abuelo en Tierralta, Córdoba, con apenas 14 años, acechar con su escopeta hechiza animales silvestres para la subsistencia de la familia era algo cotidiano. Pero, en particular, estaba obsesionado con abatir a un enorme ejemplar que sobrevolaba regularmente su casa y se había convertido en una amenaza para las gallinas de la familia. Pero por más que lo intentaba, esa rapaz siempre lograba escabullirse ilesa.

Pero hoy, gracias a un gran proceso de transformación personal, es uno de los principales protectores de las aves rapaces de su región. Su historia comienza cuando un grupo de biólogos de la SOC llegó a las faldas del Cerro Murrucucú buscando al Lorito del Sinú, una especie de loro endémica que no se avista hace más de 70 años. En sus charlas sobre conservación de aves con las comunidades locales, mencionan el proyecto que estaban iniciando sobre rapaces y su objetivo. Fue entonces cuando “Dieguito” se acercó y les informó sobre la presencia de una rapaz de gran tamaño que se comía las gallinas de su abuelo y que veían sobrevolando su casa. Un ave a la que habían intentado cazar para proteger a sus aves de corral, pero que había tenido la fortuna de salir ilesa a pesar de varios intentos de ser cazada. De inmediato, los investigadores pidieron su ayuda para intentar avistarla. Tiempo después, tras internarse en la espesura zonas de bosque húmedo guiados por Diego, para su asombro confirmaron que se trataba de una juvenil de la rarísima águila crestada, una de las especies focales de su investigación.

El equipo de la SOC emocionados por el hallazgo, le solicitaron colaboración para tratar de ubicar su nido. Diego aceptó gustoso el reto. Sentía curiosidad por conocer más sobre la misteriosa vida de esas aves a las que antes solo veía como una amenaza. Tras meses recorriendo incansablemente el bosque en busca de pistas, finalmente dio con el nido, situado a 25 metros de altura en las ramas de una imponente Ceiba pentandra.

Una vez ubicado, el equipo de profesionales con técnicas de canopy instalaron 3 cámaras trampa para monitorear el proceso reproductivo. Así pudieron observar aspectos de su ecología: alimentación, cópula y comportamientos en el nido con su huevo. Lamentablemente, esa nidada falló tras unos 40 días empollando el huevo inviable, la hembra lo consumió y abandonó el nido. El huevo no eclosionó, posiblemente por las lluvias del fenómeno del Niño que dificultaron la provisión de alimento por parte del macho.

Desde entonces no se supo de los adultos hasta 9 meses después, cuando los hallaron de nuevo en el mismo nido. Pero esta vez fue por poco tiempo, luego desaparecieron y no se tenía reporte de ellos en la zona

Después de terminar su jornada escolar, Diego, involucrado en el proceso de monitoreo y equipado con sus binoculares, recorría pacientemente el bosque circundante, atento a cualquier señal. Su tenacidad dio frutos cuando una tarde Dieguito y su abuelo confirmaron que las águilas habían regresado, sospechando que se encontraban en busca de un nuevo sitio para anidar. ¡Y días después lo encontraron!, camuflado entre el follaje a unos 500 metros de la ceiba original. Diego vislumbró a la imponente pareja perchada entre las ramas y hojarasca sobre una horqueta a 35 metros de altura en un gigantesco árbol. ¡Estaban construyendo su nuevo hogar!

La historia de Diego demuestra el poder de la curiosidad y la educación ambiental para transformar las relaciones adversas con la naturaleza. Su testimonio inspira a otros jóvenes de su comunidad a contemplar la vida silvestre con nuevos ojos y convertirse en sus guardianes. Diego es ejemplo vivo de que el cambio comienza por dentro.

Gracias a este bello proceso, Dieguito cambió su mira de su escopeta hechiza por una cámara. Finalmente, el águila a mediados de abril de 2023 pudo completar su ciclo reproductivo con éxito, empollando el huevo hasta la eclosión. El polluelo de 9 meses, bautizado cariñosamente como Millo en honor al PNN Paramillo, su hogar, crece exitosamente y pronto reinará en las misteriosas selvas del Alto Sinú. Actualmente, con 15 años, Diego continúa siguiendo los pasos de esa cría bautizada como “Millo”, toda esta experiencia que ha vivido Diego lo ha motivado y lleno de expectativas, a futuro quiere convertirse en biólogo una vez finalice sus estudios del colegio, para seguir develando los fascinantes secretos del mundo natural que lo rodea. Su historia inspira a otros jóvenes de la región a contemplar la vida silvestre con nuevos ojos y unirse en su conservación

Diego compartiendo su historia en el ENO Córdoba 2023

Diego participando en el monitoreo del águila crestada

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